Un grupo de cineastas se encuentra en Bolivia rodando un filme sobre Cristóbal Colón y Bartolomé de las Casas. El rodaje se tropezará con un presente lleno de reivindicaciones de indígenas a los que les quieren quitar hasta el agua de la lluvia.
La película, justa candidata española al Oscar a la mejor película extranjera (aunque al final no fue seleccionada), ha retrasado su estreno hasta el mes de enero de 2011 y, sin quererlo, ha tropezado con una metahistoria más. No sólo es que el guión de Paul Laverty entremezcle historias del pasado con el presente, sino que además la actualidad ha hecho que miles de bolivianos salgan a la calle para protestar por un excesivo incremento del precio de los combustibles. Protestas que además han conseguido que el gobierno de Evo Morales se echase para atrás en sus medidas, algo que raramente ocurre en Europa, donde pueden salir millones de personas a protestar (como en el caso francés), pero al final los gobiernos hacen lo que les da la gana. El caso es que a Paul Laverty le ha venido al pelo la historia de reivindicación social boliviana, aunque lo cierto es que tampoco ha sido una casualidad, ya que las protestas de los indígenas en toda América están a la orden del día y Laverty lo sabe, como se ha podido ver en algunos otros guiones, escritos esencialmente para Ken Loach, en los que la temática hispana ya era la protagonista. El guionista está bastante curtido y aquí realiza un gran trabajo en el que incluso deja un atisbo de esperanza, lo que no está mal para los tiempos que corren. En la ceremonia de los premios del Círculo de Escritores Cinematográficos Laverty confesó algo que yo no sabía, y es que para realizar este guión contó con la ayuda del historiador Howard Zinn, para mí uno de los grandes. La mala noticia que dio Boyle es que Zinn falleció en 2010, así que nos quedaremos sin su mirada ácida sobre el mundo que nos rodea. Al menos nos quedarán sus libros.
La directora Icíar Bollaín ha rodado quizás su mejor película, seguida muy de cerca por Te doy mis ojos, y remonta el vuelo después de la un tanto maniquea y aburrida Mataharis. Bollaín demuestra que es una gran profesional, capaz de enfrentarse tanto a historias íntimas como a grandes escenas de revueltas. Lo único que se me escapa es ese arranque, con la cruz llevada en volandas por un helicóptero, que incluso ocupa gran parte del cartel promocional. Se me escapa, más que nada porque es una copia directa del arranque de La dolce vita, de Fellini, cuando Mastroiani sobrevuela las afueras de Roma en un helicóptero del que cuelga un enorme Cristo. Es cierto que es visualmente muy potente, pero siendo una copia no tengo yo muy claro que deba ser la imagen con la que se venda al filme, a no ser, por supuesto, que se trate de un homenaje de Laverty y de Bollaín al genial director italiano.
El reparto está realmente bien elegido, desde Luis Tosar, que culmina un año portentoso, hasta Carlos Aduviri, que interpreta al indio rebelde, tanto en la película como en la vida real. También Karra Elejalde está genial interpretando a un actor pasado de rosca, al que todo se la trae al pairo.
En definitiva, que gracias al retraso del estreno, 2011 comienza con una grandísima película del cine español, y sólo cinco días después de que comience el año. A ver si hay suerte y estos meses nos traen otros buenos filmes.