Miguel de Cervantes, es capturado y encerrado en una prisión de Argel en espera de un rescate que parece que nunca llega.

Alejandro Amenábar vuelve a confiar en su sobrevalorado talento como guionista para escribir una nueva película. Es cierto que cuenta aquí también con el apoyo de Alejandro Hernández (como ya ocurriera en Mientras dure la guerra, y que ha contado con el asesoramiento de expertos como José Manuel Lucía Megías, pero en realidad no se notan demasiado las manos ajenas y volvemos al cine plomizo de hace unos cuantos años del director.

Hay críticos, y espectadores, que se han rasgado las vestiduras por el hecho de presentar a Miguel de Cervantes como un homosexual entregado a la causa, algo que, por cierto, es un mito creado en los años ochenta del siglo XX, así que nada nuevo. Pero, de todos modos, ese no es un motivo para criticar una película de ficción. Hay que entender que Amenábar no rueda un documental, sino que hace un filme ficticio, así que lo mismo habría dado que Cervantes fuera montado en un dragón o que se convirtiera en Papá Noel. Lo mismo da, porque en el cine uno es libre de hacer lo que le dé la gana. O más o menos lo que quiera, porque lo que no se debe hacer es aburrir al espectador y eso es lo que consigue este guion plano, plano, y donde la emoción no aparece en ningún momento.

Es cierto que Amenábar ha aprendido muchísimo en la parte técnica, y en ese apartado quizás sea el mejor director que existe en España en estos momentos, junto con Bayona y unos pocos más, pero ese afán por controlar sus películas y escribirlas le lleva a hacer una historia que aburre a cualquiera. Quizás él mismo debería haberse dado cuenta de que cuando rueda lo que otros han escrito, como en la serie La Fortuna, el resultado es mucho mejor. Esperemos que algún día, al igual que ha aprendido a ser un grandísimo director, se dé cuenta de que no es un gran guionista y que jamás lo ha sido.

Entre los actores, Julio Peña está bastante bien en su papel de Cervantes, mientras que Alessandro Borghi está ridículo en su papel de un bajá clavadito a Tino Casal, incluso en algunas de sus poses. Ahí Amenábar patina también de lo lindo. Tampoco es muy creíble Fernando Tejero de cura maligno, aunque sí está bien Miguel Rellán en el papel de cura bueno.