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Entrevista con Jeffrey H. Schwartz

Con motivo de mi estreno como redactor de Ciencia en el periódico digital Bez. Lo que debes saber entrevisté (por correo electrónico, obviamente) al antropólogo Jeffrey H. Schwartz Reconozco que me sorprendió la velocidad y la amabilidad con la que me contestó a una serie de correos que nos cruzamos, él desde Pittsburgh y yo desde Madrid. Hoy en día, la tecnología y la afabilidad de la gente me siguen maravillando.

El motivo de la entrevista, y del artículo, es la hipótesis de Schwartz y de Ian Tattersall de que hay un exceso de especímenes incluidos dentro del género Homo. Según ellos, aquí sólo estaríamos los Homo Sapiens, y prácticamente nada más. La teoría es polémica e interesante al mismo tiempo.


“A partir de 1950 se convirtió a la cronología, en lugar de a la morfología, en el criterio para la colocación de los especímenes de las especies. Y este sigue siendo el caso hoy en día"

- En su artículo publicado en Science junto a Tattersall consideran que los fósiles humanos raramente son analizados con precisión. ¿Por qué cree que ocurre esto?

- La historia de la paleoantropología es muy diferente de la paleontología de cualquier otro animal. Cuando en 1699 los fósiles fueron reconocidos como restos de animales que una vez existieron, se creó una contradicción porque según la historia de la creación del Génesis los seres humanos no podían ser tan antiguos como esos fósiles. Así que, los paleontólogos, que estaban en éxtasis porque los fósiles proporcionan otras pruebas de las creaciones de un ser divino, los estudiaron prestando la misma atención a los detalles que había caracterizado el estudio de otros animales vivos. Cuando la gruta de Feldhofer Neanderthaler fue descubierta en 1857, algunos argumentaron que era un ser humano reciente, pero con patologías. Thomas Huxley, sin embargo lo vio como un fósil humano que representaba una antigua raza más primitiva que la raza viva más primitiva que existía (que para eran los aborígenes australianos). A medida que los fósiles humanos se fueron aceptando como reales de una manera más extendida, los paleontólogos eran los que los estudiaban normalmente, y lo hacían con la misma atención al detalle que aplicaban a otros animales. A medida que se descubrieron más fósiles, nuevas especies de Homo, e incluso géneros nuevos, todos fueron nombrados en reconocimiento a las obvias diferencias entre las muestras. Pero en 1950, el ornitólogo Ernst Mayr, que participó en la redacción de la síntesis evolutiva moderna, se centró en el registro fósil humano y afirmó que todos ellos pertenecían al mismo género, el Homo, y los ordenó cronológicamente de tal manera que una especie se transformaba sin prisa, pero sin pausa, en la siguiente. Incluso aunque Mayr aceptó que las primeras formas - los australopitecinos - estaban separados del Homo, la noción de transformación dentro del Homo se mantuvo intacta. El Homo Habilis, de Louis Leakey y sus colegas, simplemente extendió este linaje en el tiempo. Con el respaldo del preeminente antropólogo físico americano Sherwood Washburn, la noción de Homo de Mayr se afianzó en la paleoantropología, convirtiendo a la cronología, en lugar de a la morfología, en el criterio para la colocación de los especímenes de las especies. Y este sigue siendo el caso hoy en día. En consecuencia, las muestras asignadas a la misma especie pueden ser muy diferentes unas de otras. En paleoantropología, esta diferencia está predeterminada para la que define la variación individual. Cualquier otro paleontólogo se podría entretener y poner a prueba la hipótesis de que la diferencia morfológica señalada refleja diferencias taxonómicas, como por ejemplo el género o la especie.

- ¿Qué partes del cuerpo diría que son fundamentales para crear una especie o género nuevo?

- La forma en la que funciona la sistemática (la hipótesis de las especies y sus relaciones evolutivas) es que un fósil que se piensa que es diferente de los de otras especies conocidas se llama el holotipo, o espécimen tipo. Es el único ejemplar que puede llevar el nuevo nombre dado a la especie (o nueva especie y nuevo género). Los otros ejemplares que se asignan a las nuevas especies no los son (aunque se les llamará igual). La manera de averiguar si el nuevo espécimen es similar o diferente a otras especies es mediante la comparación de los holotipos de los demás. Este conjunto sistemático de reglas es acatado por todos los paleontólogos pero no por los paleoantropólogos - de ahí, la libertad de incluir diversos especímenes en la misma especie. Ahora a su pregunta. Una vez nombrado, el espécimen tipo conserva el nombre. A veces, es un cráneo bien conservado con los dientes o una mandíbula con los dientes, esas son las partes del esqueleto generalmente designadas como tipos. El problema surge cuando se piensa que un cráneo desdentado va con dientes aislados superiores, con una mandíbula no asociada, con dientes inferiores aislados, y con otras partes del esqueleto. Si no están asociados in situ no se sabe si van juntos, si son de la misma especie. Los paleoantropólogos suelen hacer esta asociación de manera injustificada y luego hacen afirmaciones acerca de este individuo que ellos componen. Así que lo más honesto que un paleontólogo podría hacer, hasta que los nuevos descubrimientos demuestren que las muestras representan una misma clase de animal, es ser cauto en sus afirmaciones. Ya que los paleontólogos de vertebrados utilizan históricamente cráneos y mandíbulas inferiores, y especialmente las que tienen dientes, estas partes del esqueleto son generalmente los especímenes que se convierten en holotipos. En cierto modo esto tiene sentido, sobre todo porque los dientes son las partes más duras del esqueleto y las que tienen mayor probabilidad de fosilizar y preservarse en el registro fósil. Los problemas surgen cuando se utiliza una muestra en mal estado- con desgaste, muy dañada, o incluso sin dientes. Esto generalmente hace que las comparaciones con otros especímenes sean imposibles. Sin embargo, hay reglas para la designación de un espécimen mejor preservado como el nombre del holotipo. Por desgracia, los paleoantropólogos tampoco siguen estas normas.

- ¿El proceso para definir a un género o una especie es realmente tan complicado?

- Lo primero es que cualquier taxón - por ejemplo, género o especie - es una hipótesis que debe compararse con nueva información, como la que aportan especímenes mejor conservados. La forma de proceder es primero ver si una muestra contiene especímenes de diferente morfología (como partes que no se pueden comparar del esqueleto), y esto conduce a la hipótesis de que las diferencias morfológicas delinean al menos lo que se llama "morfos". Cada uno de estos morfos está definido, al menos, por una característica que parece ser única en cada grupo. A continuación, hay que intentar delimitar las características que dos morfos comparten con exclusión de otros; este grupo y otro morfo o grupo de morfos; este grupo y otro morfo o grupo de morfos; etcétera. Entonces se puede considerar otorgar a partir de este conjunto delimitado jerárquicamente de morfos un nombre de especie. Tal vez sea sólo por un morfo, tal vez por un grupo de morfos, pero siguen siendo hipótesis a contrastar. Decidir cómo muchas especies podrían representar un género es menos claro, pero por lo general un grupo de morfos puede distinguirse mediante la definición de las características de otro. A cada uno de estos grupos yo les consideraría un género distinto. Por ejemplo, hay varios ejemplares que se conocen como Homo Sapiens "anatómicamente modernos", pero no tienen las características de la frente y la barbilla que nos distinguen, aunque sí tienen formas similares de cráneo y de caras relativamente planas. Más alejadas de este grupo están las muestras que tienen caras que sobresalen más y cejas y mandíbulas muy diferentes. Este grupo es claramente distinto de, por ejemplo, un grupo de Neanderthal, que a su vez comprende a otro número de parientes. Yo uniría al grupo sapiens en el género Homo - lo cual tiene sentido ya que Linneo creó juntos al género Homo y a la especie sapiens. De todos modos, para mí, los nombres no son tan importantes como ser honestos a la morfología y al buen ejercicio de la sistemática. Pero ya que los paleoantropólogos ponen nombres en primer lugar, los fósiles son incluidos en Homo si no son australopitecinos, y viceversa, creando agrupaciones totalmente antinaturales, tanto en el género como a nivel de especie. Es por eso que en el artículo de Science defendemos que nos olvidemos de los nombres y comencemos por el principio, comparando holotipos y otros especímenes. Estoy seguro de que eso proporcionaría una imagen de la diversidad en la evolución humana, al igual que ocurre con todos los otros vertebrados (por ejemplo, reptil, mamífero...).

- ¿Incluir los restos encontrados ahora en Sudáfrica en el género Homo, en concreto nombrarlos Homo naledi, es una muestra de esto a lo que se refieren en su artículo de Science?

- Eso es precisamente a lo que me refería. Aunque estos especímenes son un gran añadido a las consideraciones de la evolución humana, incluirlos en Homo convierte el lío en algo aún más lioso. Además, estos especímenes de Sudáfrica no representan a la misma “especie”. Un tipo de cráneo es bajo y muy largo, con una larga frente con una ligera pendiente y unas cejas sin definir. Otro tipo de cráneo es corto, redondeado, con una frente alta y unas cejas muy definidas. Y el fémur, es como el de un australopiteco. Así que “naledi” en sí es tan lioso como el género.



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