Haz clic aquí para volver a la página de inicio







La Antena (2007)

Director: Esteban Sapir

Actores: Valeria Bertucelli, Florencia Raggi, Alejandro Urdapilleta, Julieta Cardinali, Rafael Ferro


En un mundo cercano, un malvado empresario televisivo se ha adueñado de la voz de todos los habitantes. A pesar de eso, todavía les quedan las palabras que surgen de sus bocas en forma de rótulos para que los demás las lean. El empresario considera que no es suficiente e idea un plan malvado para hacerse también con el control de las palabras para transformarlas en Alimento TV, el producto del que se nutren todos los habitantes de este mundo..

El argentino Esteban Sapir tiene mucho valor al escribir y dirigir esta película. No por la historia que nos vende, porque es una sencilla crítica a la televisión como destructora del discurso, sino por su forma de plasmarla. Sapir decide rodar, en pleno año 2007, una película en blanco y negro y ¡muda! Para ello se aprovecha de los "últimos" avances del cine mudo, creados por Murnau en sus últimas películas, rodadas a principios de los años 30. El director alemán pensaba que los rótulos eran una rémora para la narración y se le ocurrió que lo mejor sería que formasen parte de la propia imagen. Sapir va más allá y hace que las letras cobren vida y los protagonistas pueden incluso tocarlas y arrastrarlas por la pantalla.

El otro referente indiscutible de Sapir es Metrópolis de Fritz Lang. No sólo los decorados grandiosos dibujados o realizados con un simple cartón recortado (e incluso papeles arrugados simulando montañas), sino también la propia esencia de la película provienen de la obra maestra de 1927. Tanto en una como en otra hay un padre empresario maligno y un hijo que se enfrenta a él; en las dos hay alienación, aunque si en Metrópolis está provocada por el trabajo, en La antena la culpable es la televisión; en ambas aparecen signos políticos, y si en Metrópolis el científico loco era un judío (no hay que olvidar que el guión era de la nazi Thea Von Harbou, mujer de Lang), aquí el villano utiliza una máquina con forma de esvástica; y también las dos tienen un happy end.

La película demuestra que se puede hacer buen cine siempre que se tengan buenas ideas y aunque peca de ser un poco ingenua y, en muchas ocasiones, excesivamente obvia, cuenta con escenas realmente antológicas, como la de la máquina que machaca las palabras, las mete en un engranaje y crea una pasta con la que se fabrican galletas que forman la base de la alimentación televisiva.


Pincha aquí para volver a las críticas de Jaime Fernández