El torero y la folclórica van a tener una hija. La tragedia se cierne sobre ellos de tal manera que ella morirá en el parto y él se quedará tetrapléjico por una cornada. La niña se criará con su abuela y luego con una madrastra malísima que sólo soñará con quitársela de encima.
El director y guionista Pablo Berger adapta el cuento clásico de Blancanieves aplicándolo a la idiosincrasia más rancia de España: los toros, la bailaora, la religión... Opta por quitar el diálogo, con excepción de algunos rótulos que realmente se podría haber ahorrado. Es evidente que a una historia tan conocida y manida no le hace falta la palabra. La música elegida es además tan obvia que también podría haberse eliminado sin perjuicio para el desarrollo del filme. De todos modos, dirigir una película muda y en blanco y negro justo un año después de que triunfase internacionalmente The artist no tiene ningún mérito. Eso sí, a la crítica ha vuelto a engañarla y se han vuelto locos con esta fábula pretenciosa y pro taurina. A los que no engañó fue al público, ya que no fueron ni siquiera 140.000 personas a verla en seis meses, mientras que la francesa se acercó a los 800.000 espectadores.
Pablo Berger es un director bastante limitado. Sólo hay que ver su anterior trabajo, Torremolinos 73, una aburrida ficción sobre el destape en el cine español de los 70. Blancanieves coincide con esa peli en que también es aburridísima. Aquí, Berger intenta copiar alguna estética del cine mudo, como la superposición de imágenes, pero en realidad abusa de ellas. Incluye algunos otros tópicos del cine, como la cámara que gira alrededor de los actores, que está muy pero que muy alejada del cine mudo y que no aporta absolutamente nada a la historia. Otras veces, disfruta Berger con planos supuestamente bellos, como un tendedero en primer plano o la vista a través de una ventana con forma de rejilla, pero se le huele mucho que está rodado con la pretensión de que quede hermoso. Es decir, es simple pretenciosidad vacía. Detrás de la fábula no hay nada más de lo que se ve y, por supuesto, y ya que es una película española, Berger cambia el final para que no haya happy-end.
Maribel Verdú tiene que lidiar con un papel en el que le toca exagerar un lado ladino. Lo hace bien, pero su personaje, al igual que el resto, resulta excesivo y sin gran interés, más allá del "homenaje" que hace el director a Billy Wilder con el asesinato en la piscina y la dama de alcurnia venida a menos. "Homenajes" también hay mil en esos acondroplásicos y el Freaks de Tod Browning. Y entre medias está la pobre Macarena García que tiene que hacer de una Blancanieves un tanto lela, más propia de Disney que de los hermanos Grimm.