En un lugar permanentemente nevado, de un futuro cercano, la vida transcurre plácida entre los humanos y los robots, que se han convertido en una compañía habitual en la vida cotidiana. A un joven ingeniero le encargan que cree el primer robot que interactúe como un niño, con sus caprichos y su necesidad de aprendizaje. El modelo para diseñar ese robot lo encontrará en una niña llamada Eva.
El guión de la historia está escrito a ocho manos por cuatro personas que son prácticamente debutantes en esto del mundo del largometraje cinematográfico: Aintza Serra, Martí Roca, Cristina Clemente y Sergi Belbel (que es quien tiene un mayor rodaje). La película es una sencilla (y previsible) historia de amor, encuentros y desencuentros, drama y ciencia ficción. Esta mezcla de registros es lo que llamó la atención del propio director Kike Maíllo quien reconoce que la película "está fuera de la caja como género". En cuanto a la parte ficticia, la que juega con la idea de que las máquinas sustituyan a los humanos en algún momento, Mailló piensa que ya lo llevan haciendo "unos 5.000 años". Cree además que en un futuro cercano "será más cómodo tener una relación social con una máquina que con una persona". Sobre todo porque una máquina cuando deja de funcionar, "es desechada y reemplazada por otra". Por cierto, la línea principal del guión tiene mucho, mucho que ver con el Hal 9000 de 2001, de Stanley Kubrick.
Algo que deja a Eva fuera de esa caja es el estilo que impregna el propio director, que apuesta por una visión retrofuturista, al estilo de lo que se puede ver en otros filmes como Gattaca. Reconoce Maíllo que la película de Andrew Niccol le gusta mucho, pero aquella buscaba sus referentes en los años 50 mientras que Eva es algo más cercana a la actualidad, más reconocible para el espectador (con coches cutres y discos de vinilo). Al contrario de lo que suele ocurrir en el cine estándar de ciencia ficción en la película no nos encontramos con los tópicos del cine apocalíptico aunque sí con algunos elementos que parecen surrealistas como el hecho de que todos los personajes fumen en bares, lugares públicos e incluso laboratorios científicos. Ironiza Maíllo con la posibilidad de que la "industria tabacalera encuentre la manera para no poner tabaco en el tabaco y así hacer que se pueda volver a fumar en los espacios públicos".
En el ambiente blanco y un tanto frío de la historia destacan unos efectos especiales que parecen rodados en el extranjero, pero que llevan firma netamente catalana. Maíllo asegura que no se han inventado nada, que ya estaba todo hecho, pero que el problema es que "este es un país que castiga al que asoma la cabeza". Afirma además que "hay un tabú que dictamina que aquí no se pueden hacer determinadas cosas". A pesar de eso, en Eva lo han hecho y con un buen resultado, sobre todo en personajes como el gato robótico. El filme ha costado cuatro millones de euros y tardó doce semanas en rodarse, esencialmente en Suize, donde filmaron a 20 grados bajo cero. Como anécdota curiosa está el hecho de que el único día que no pudieron rodar por la cantidad de nieve fue cuando filmaron unas pocas escenas en Barcelona. De todo el material rodado se han quedado sin montar diez secuencias, que narran esencialmente una relación previa a la historia que vemos en la película. Cuenta Maíllo que para su distribución en Estados Unidos han pedido que se añaden esas escenas y que en España las podremos ver en el DVD o en las salas en caso de que el filme vaya muy bien en taquilla y se puede estrenar una segunda versión extendida.
Para la película el director ha contado con un buen reparto encabezado por Daniel Brühl, Marta Etura y Alberto Amman. Reconoce Maíllo que la actriz más difícil de encontrar fue la niña que interpreta a Eva. Tras entrevistar a más de 3.000 niñas y a punto de perder la esperanza dieron con Claudia Vega, que según el director "tiene un poso de tristeza y nostalgia entre toda su alegría vital, que la hace única". Lo cierto es que el reparto está muy bien y, sobre todo, muy creíble. Quizás roza un poco lo ridículo el personaje robótico de Lluís Homar, aunque es cierto que también aporta un tono humorístico que permite relajar un poco la tensión de toda la historia.