Poco tiempo después de que un extraño virus acabará con la vida de una comunidad de vecinos, la única superviviente es trasladada a un barco en alta mar donde se quiere controlar la enfermedad, ya sea inventando una vacuna o destruyendo el virus para siempre.
La historia que escriben Jaume Balagueró y Manu Díez les sale prácticamente sola como una continuación de la segunda parte de la saga, que también escribieron ellos, y añadiendo por ahí algún elemento copiado directamente de Alien y, sobre todo del gran icono gore de Peter Jackson titulado Braindead. De ahí salen los monos infectados, el arma definitiva en forma de motor de barco (en sustitución del cortacésped), la abuela alelada e incluso el sentido del humor del filme, como el negro de Móstoles y otros gracejos más. Yo diría que incluso la selección de Ismael Fritschi para hacer de héroe inesperado es un homenaje visual al Peter Jackson de aquellos años gloriosos. No se olvidan los guionistas de dar un pelín de cancha a la tercera parte de la saga (a pesar de que ninguno de los dos participó en ella) incluyendo a un personaje superviviente de aquella divertidísima boda zombi. El guión tiene algún disparate como el militar que interpreta Paco Manzanedo diciendo que tiene sentido la explicación absurda que dan para que todo haya ocurrido, así como la implicación de la iglesia en el asunto. También hay algún que otro fallo como la desaparición un tanto inesperada del capitán del barco, Mariano Venancio que sube a la cubierta y del que no volvemos a saber nunca nada más, pero en general la peli se deja ver bastante bien. Es entretenida y sirve para pasar un buen rato y unas cuantas risas, porque miedo, miedo no da mucho, hay que reconocerlo.
Jaume Balagueró dirige así esta cuarta parte, transformando el barco Zaratustra en una especie de Nostromo donde también vive un parásito alienígena (probablemente) que busca infectar y asesinar, al tiempo que confiere fuerza a todo aquel que es mordido o parcialmente devorado. Supongo que no tuvo que ser fácil rodar en unos decorados tan estrechos y de nuevo el uso de las cámaras y de la oscuridad aportan su granito de incertidumbre al espectador. Balagueró tiene ya mucho oficio a cuestas y sabe lo que se hace, así que la película tiene muy buena factura y los efectos están a la altura de cualquier producción internacional del género de terror.
La protagonista Manuela Velasco vuelve a interpretar a esa periodista dicharachera, Ángela Vidal, aunque aquí deja de lado su cámara para pasar a esgrimir un hacha y una camiseta sin tirantes también propias del género. Velasco es una chica muy, pero que muy fotogénica y a mí me parece que está muy guapa en la película (quizas excesivamente guapa en el cartel), mucho más de lo que lo es en realidad. El resto de los actores, con la excepción de muy poquitos, acaban transformados en zombis o muertos y eso tiene que ser algo muy divertido de hacer en el cine, así que seguro que se lo pasaron genial rodando esta peli, aunque es cierto que en las interpretaciones se pierde mucho de la naturalidad que tenía la primera parte, en la que era una de sus principales y mejores características.