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Viridiana (1961)

Director: Luis Buñuel

Actores: Silvia Pinal, Fernando Rey, Francisco Rabal, Margarita Lozano, Teresita Rabal, Victoria Zinny, Lola Gaos, Maruja Isbert


Una joven novicia es llamada por su tío para pasar un tiempo con él. Aunque la joven se resiste, la madre superiora le ordena que vaya. Ese viaje marcará una nueva vida que la alejará, para siempre, de la religión y la vida ordenada del convento.

Viridiana, película rodada en España y prohibida en su día por el Vaticano (acatada la prohibición, evidentemente, por Franco, quien en su ignorancia supina nunca entendió qué tenía la película de herética), es uno de los clásicos indiscutibles de la historia del cine. La película es, en sí, un compendio de todo Luis Buñuel y certifica la maestría del director aragonés (autor también, junto a Julio Alejandro) del guión del filme. Sin intención de ser demasiado detallistas, repasemos algunos detalles de la película.

Empecemos con la música, elemento extraño en el cine del director, que además se irá haciendo más raro según se acentúa su sordera. En Viridiana la música es diegética, quitando los títulos en los que se escucha el Aleluya de Haendel. Tema que volverá a sonar en la famosa cena sacrílega de los mendigos. También escuchamos otras músicas clásicas que proceden de un tocadiscos y que acompañarán a Don Jaime (Fernando Rey), ese personaje que conjuga el vicio con la pederastia e incluso con la necrofilia fetichista. En la cena ya mencionada aparece una guitarra, instrumento español por naturaleza, aunque aquí muy alejado del flamenco cañí. La música de la casa evoluciona hacia ritmos más modernos de la mano del primo (Fernando Rabal) vicioso de Viridiana, que consigue atraer a la joven pardilla con sus nuevos ritmos. Las campanas, tan queridas por Buñuel, también hacen presencia en este filme, y lo hacen de manera insistente y siempre con un sentido concreto. Las escuchamos por primera vez en el convento donde nos presentan a Viridiana y donde la perversa madre superiora le recomienda que vaya a ver a su tío y que sea "amable" con él. Las campanas suenan de nuevo cuando la protagonista pretende escapar de su tío y cuando está a punto de subirse al autobús y es redetenida por el alcalde y la guardia civil. El sonido de las campanas sustituye así a cualquier otro tipo de música que pudiera tener un efecto similar (el de remarcar escenas importantes en la vida de la protagonista) en la narración fílmica.

Aparece por aquí también la cuerda, relevante en otros filmes como Él y Nazarín. Esta vez adquiere un protagonismo esencial, siendo un elemento de la unión sexual entre los personajes. Lo usa la niña para saltar y también lo hace Viridiana, pero luego será la que utilice don Jaime para suicidarse y un mendigo para sujetarse los pantalones. La connotación sexual de la cuerda viene dada por la inocencia de la niña y de la propia Viridana, por el mango con forma fálica (muy similar al de las ubres de vaca) y además porque el mendigo que la utiliza como cinturón se la soltará para intentar violar a la protagonista. No hay que olvidar además que el viejo mira anonadado a la niña (Teresa Rabal) cuando salta a la comba, y que ella seguirá haciéndolo, en el mismo lugar, una vez muerto Don Jaime.

Un elemento que pasa desapercibido a muchos críticos en la iconografía de Buñuel son los animales. Aquí hay unos cuantos. Por un lado, esa vaca a la que Viridiana ordeña con dedos temblorosos al ver la semejanza de una ubre con un pene. Encontramos también una abeja, animal que ya salía en The young one, y que se relaciona directamente con la inocencia y con el trabajo. El perro refleja un sencillo símil de lo que supone la caridad cristiana, que prefiere ayudar de manera puntual que cooperar. El gato nos servirá, en su salto irreal sobre un ratón, para imaginarnos cómo el primo se echa sobre la criada. Los gatos son, en el cine de Buñuel (sobre todo en Cela s'apelle l'aurore), reflejos del voyeurismo y del afán por verlo todo. Aparte de la paloma, devorada por el leproso, hay también dos animales meramente simbólicos como son el gallo y el toro negro. Al gallo le oímos cantar cuando los mendigos se hacen la falsa foto en su última cena, y el toro se aparece en los sueños de la niña, saliendo de un armario (o al menos eso dice ella).

Por cierto, esa niña, Rita, es el único protagonista infantil de todas las películas de Buñuel, y resulta ser de lo más enigmático. Participa en muchas escenas, ya sea como gatuno voyeur, o incluso eliminando objetos tales como la corona de espinas que Viridiana trajo del convento y que acaba en una purificadora hoguera.

El fetichismo por los pies y por las ropas vacías (e incluso el travestismo), los candelabros, la leche, la costura, el incesto y la religión son otros elementos que son muy fáciles de rastrear en el filme. De todos ellos destacar el famoso Angelus de la película, que tiene un claro y marcado carácter herético, aunque algunos críticos hayan sido incapaces de verlo y piensen que es un reflejo de dos sociedades contrapuestas, la moderna que construye edificios y la vieja que deja de trabajar en el campo para rezar. Un análisis muy sencillito del texto que acompaña a las imágenes deja claro que es herejía pura y dura, pero tan sutil que algunos (los más cortitos, todo hay que decirlo) ni se dan cuenta.

Con Viridiana, Luis Buñuel va a conocer a dos de sus actores fetiche: Silvia Pinal y Fernando Rey. En concreto ella, nuestra querida Viridiana, aparecerá en las que a mí me parecen las tres mejores películas del director, esta, El ángel exterminador y Simón del desierto.


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