Salvador Mallo es un director de cine (sosias innegable de Pedro Almodóvar) que está muy malito y se queja mucho.
Pedro Almodóvar escribe un guion autobiográfico, que más parece una hagiografía. Es decir, entre pinceladas de realidad nos cuenta cómo le hubiera gustado que fuese su vida. Le hubiera encantado tener una madre que hablase de pollas y cantase con Rosalía mientras lavaba la ropa en el río; le hubiera hecho feliz vivir en una cueva tuneada; le hubiera emocionado ver a un hombre desnudo en su infancia, y que eso le hubiera marcado su sexualidad; le habría encantado que con el paso de los años le llegase un amor de juventud, que se hizo hetero porque después de conocerlo ya ningún hombre iba a estar a su altura, y que además le diese un morreo de esos que quitan el hipo; le hubiese encantado tener unas conversaciones profundas con su madre antes de su muerte; le encantaría que la Filmoteca se llenara de hípsters guaperas para ver sus películas; le gustaría que su adicción a la heroína fuese medicinal… Todo eso es la gloria de su título, mientras que el dolor es su vida real.
La dirección del filme es un desastre, primero por ese afán de contar las historias de manera fragmentada, episódica, como si no hubiera conexión entre las historias: primero su enfermedad, luego su antiguo actor fetiche, luego su primer amor, luego su madre… El arranque de la película, con esas historias inconexas y esa especie de power point cutre sobre la enfermedad es una de las cosas más horribles que se ha visto en el cine en los últimos cien años.
Hace poco tuve la desgracia de volver a ver Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón y pude ver lo desastrosa que es, lo mal rodada y lo mal contada que está. Es de 1980, así que quizás se podría perdonar por ser un trabajo de novato, pero es que en realidad Pedro Almodóvar no ha aprendido absolutamente nada de cine y sigue rodando y contando igual de mal. Es cierto que a veces tiene alguna película que se puede ver, como Julieta, pero en su conjunto su filmografía es un auténtico desastre. Su manera de colocar y mover las cámaras en cualquiera de las escenas de Dolor y gloria es increíblemente pésima. Da igual que haya muchos colorines y que José Luis Alcaine haga lo que pueda, pero es que no hay donde agarrarse. Por ejemplo, esos movimientos de cámara en las conversaciones entre él mismo (interpretado por Antonio Banderas) y su madre (Julieta Serrano), son de suspenso en una escuela de cine. De hecho, en este filme consigue que hasta la banda sonora de Alberto Iglesias suene mal. Un auténtico desastre que no hay por dónde coger.
Entre los actores, Antonio Banderas copia hasta el extremo al director, yo creo que incluso usa la ropa de su armario, así que su trabajo es encomiable, porque en muchos momentos no distinguimos a uno de otro. Los demás del reparto, pues bueno, son simple comparsas que pasaban por allí en este ejercicio de egolatría absoluta.