En un pueblecito americano de los años 90, una joven acusa a su familia de haber practicado rituales satánicos con ella. La histeria se apoderará de todo el pueblo, incluyendo al detective más listo del lugar.
Alejandro Amenábar escribe esta historia, inspirándose en unas cuantas historias reales de la América más profunda. Y, para mí, comete el error de advertirlo al principio de la película. Y creo que es un error porque si conocemos el lado racionalista del director (sobre todo tras Ágora) es muy fácil imaginar por dónde var a ir los derroteros de la historia. Es decir, poca fantasía y mucho realismo, lo que es evidente que quita un tanto de misterio a la narración. A pesar de eso hay que reconocer que el guión no está mal y es como una historia de esas sencillitas, pero con gancho de Sherlock Holmes.
Aparte de eso, me parece que es la película mejor rodada por el director. Atrás en el tiempo queda ya aquel experimento (que hoy se ha quedado ultraviejo, y lo digo tras verla hace poco en televisión) que fue Tesis o aquella chorrada de Abre los ojos. Amenábar está mucho más serio y es muy competente en su trabajo como director. Ahora ya sabe qué hacer con las cámaras, dónde colocarse él y dónde ubicar a los actores. Como además es un chico listo se rodea de unos cuantos que no le van a fallar, y perfecto.
Ethan Hawke ya ha perdido ese glamour de jovencito ligón y eso se nota en que se está haciendo mejor actor cada vez, porque ya no puede confiar en su cara para sacar adelante los papeles. Emma Watson, por su parte, está bien en el papel de chica inocente, pero también pronto vemos que no es muy de fiar, y para conseguir eso ayudan tanto su cara de mal bicho como el guión que juega un poco con el espectador para intentar descolocarle sobre este personaje concreto.
En definitiva, una película que no ha supuesto una regresión en el trabajo de Amenábar, sino más bien un asentamiento en su calidad cinematográfica. Eso sí, a mí me da que quizás podía confiar en algún que otro guionista para sus próximos filmes, porque la imaginación de todo el mundo tiene un límite. Y reconocerlo no es un error, sino todo un hallazgo personal.